El siguiente tributo ha sido escrito en el momento de la muerte del Dr. Andrew Taylor Still, en Diciembre de 1917, por el Dr. R. John Kirk quien era y fue durante un tiempo presidente de la Escuela de Magisterio (Normal School) de Kirksville. El Dr. Kira murió con una gran actividad a la edad de sesenta y seis años el 7 de Noviembre de 1937. Este tributo fue publicado en el Journal of Osteopathy en febrero de 1918.
Conocí al Dr. A. T Still hace unos cuarenta años o más, y fui vecino suyo casi durante veinte años. Nos considerábamos sus vecinos. Como vecinos no teníamos mucho trato con él. No le conocíamos demasiado. La Naturaleza creó al Dr. Still, quien encendió una llama que ni los vecinos ni las escuelas y universidades pudimos ni encender ni apagar. Algunas personas, parece que nacen para, otros se hacen. El Dr. Still nació para sus ideales y sus hazañas. Nunca se dejó arrastrar por los convencionalismos de la sociedad. Para afuera, era como la mayoría de los que éramos sus vecinos , lejanos, escéptico e individual, unos vecinos que criticábamos a lo que era diferente, absorbido por su alma al que no podíamos comprender. Pero nuestro poco convencional y modesto vecino era un sabio más soñador y creador de lo que nos imaginábamos. Durante treinta años pensábamos conocerlo; nosotros, sus vecinos lo teníamos controlado. Nosotros, sus vecinos, fuimos lentos, muy lentos en admitir la victoria de nuestro vecino. Pero la aceptamos, admitimos y la aprobamos. Compartimos con él el honor. Nos hicimos cargo de él. Era algo bueno para nuestra ciudad, y el mundo conocía nuestra ciudad.
No conocemos al mago Edison, y nunca lo conoceremos. Vivimos en un mundo llano. Él vive entre las grandes fuerzas del universo. En toda América, durante cinco años, no conocíamos a Gordon Edwards, pero todos los soldados achicharrados, quemados y sangrientos en la línea de batalla lo conocían y le estuvieron agradecidos. La gran mayoría de americanos no conocían a Abraham Lincoln, pero una raza oprimida lo conocía, y ahora podemos decir que todos lo conocemos. Decimos todo esto de estos grandes, cuando a ellos no les hace ninguna falta nuestras alabanzas.
No fue fácil para nosotros entender al Dr. Still. Nos lo encontramos cara a cara, es cierto. Era sincero, informal, cordial, cercano, ejemplar de una vida sencilla. Los vecinos no solían decir que no tenía sentido de los negocios y necesitara un guardián. La manera que se podía haber mostrado, por la dominante idea que le poseía, sin duda nunca lo sabrán. No era un aprovechado, promotor o que perseguía el dinero, o ahorrador. Gente así nunca lo son. El inventor o el que descubre algo muere pobre, o vive y muere inconsciente de poseer todo aquello que sus vecinos envidian y a lo que llaman comodidad. Creadores de riqueza para nosotros, se sumergen más allá de nuestra imaginación en un tierra de sueños, en la que habitan ocultos e invisibles a la mirada de la mayoría de su gente cercana, mientras nosotros como ciudadanos corrientes escogemos y vivimos para ganar y mantener nuestra riqueza y almacenar y cultivar nuestros bienes, necesitando un telescopio ya que nuestra corta visión nos impide ver el horizonte del idealista y soñador que sueña para los demás y no para sí mismo. Cuando nuestro vecino, “el Viejo Doctor”, volvió de su tierra de sueños e ideales para ser nuestro vecino, vimos en él limitaciones debido a nuestra limitada visión de nosotros. Le vimos entonces. Y no le vimos más. Tenemos destellos de su grandeza en la distancia, y quedamos maravillados, le admiramos y le alabamos. Nosotros, sus vecinos, empezamos a darnos cuenta que la inherente capacidad poco corriente de este hombre, una capacidad que ha estado escondida de nosotros durante un tiempo porque no teníamos los ojos para verla, el poder de una alma creativa, reflexiva inextinguible. Y vaya hombre era, poco presumido, bondadoso, complaciente, generoso, de gran corazón, simpático, lleno de vida, humano. Si había alguien de nosotros que lo necesitaba, entonces sabíamos que era nuestro vecino, nunca cambiaba de acera, ni se evadía, ni se quejaba, nunca estaba lo suficiente ocupado, ni nunca renunciaba al servicio de la gente. Sin miedo ante la adversidad, obstáculo, o envidia, absorbido por su gran sueño, acabó ileso y convertido en un héroe con un corazón dulce. ¿Y su recompensa? Los sueños de medio siglo se convirtieron en realidad, el trabajo de toda una vida se convirtió en un monumento más perenne que cualquier granito esculpido por ninguna mano humana.
Por el Dr. R. John Kirk
...supongo que al final, elegidos hay unos pocos.. gracias Silvio por recordárnoslo.. Andrew, seguro fue uno de ellos.